
Envuelta en una noche de invierno, despejada, oliendo el frío, viendo caras pasar e inventando historias... ¡Cómo gusta pasear en soledad! Tuerces la esquina y un ligero olor recuerda hielos derretiendose entre bocas amigas, movimientos exagerados y espontaneidad agradecida. Continúas andando, una sonrisa sonrojada vuelve al pensar en esas caidas, vino dulce y bancos que no terminan de encajar. La calle no parece tan solitaria ahora. Es curioso, siempre aparecen duendecillos llenos de magia en los momentos más oscuros del camino.... unos más raros que otros, o con más brebajes mágicos....
(imagen de Dalí, aportada por Juanma)